Un rock and roll en la plaza del pueblo (vol. V: Derrame Rock, el sábado)

El señor Pemán se debió cabrear ‘de carallo’ por el feo del viernes, y el sábado ejerció de malo-malísimo castigándonos con doble ración de calor. Así empieza el capítulo final de la trilogía del Derrame Rock, con guest starrings que vienen y starrings que están de vuelta (pero no pasados de rosca, cuidado), escenas de camisetas mojadas (para ganar audiencia), acción a raudales y la chica, que como siempre, se va con el malo. Todo por el mismo precio y sin salir de su casa, oiga.

O’Funkillo: escuela de caló!
Los sevillanos son de los que están acostumbrados a las altas temperaturas. No se explica de otra manera que, mientras el respetable se refugiaba bajo los toldos o, directamente bajo el chorrro de las mangueras (excelente idea, por cierto), saliesen al escenario Raddio Galega con esa energía. Lo suyo es pura fiehta, estribillos al servicio de los saltos del público, el bajo demencial de Pepe Bao y unas letras de las que ponen a uno de buen humor. Que si Nos vamos pal keli, Tengo los riñones al jerez… funk rock en estado puro y, algo que siempre se agradece: muchas ganas de gustar.

Angelus Apatrida: los hijos del metal
Había leído que eran la gran esperanza del metal patrio, pero toda esa potencia es puro acto. Los cordobeses lidiaron con el calor del interior del recinto y, pese a que no fueron de los que más llenaron, ofrecieron un concierto con altas dosis de intensidad.

Heavy del bueno, del de siempre, sin concesiones. Vamos, que yo a estos no los veo haciendo baladas: consignas contra los abusos policiales, los políticos corruptos y los especuladores… un discurso comprometido secundado por una música hecha para provocar esguinces cervicales de tanto mover la melena. Muy comunicativos con el público, al que animaron a formar círculos delante de ellos (una pena que Lorenzo estuviese calentando de lo lindo la chapa del recinto). Junto con Def con Dos, posiblemente… el segundo mejor concierto del festival.

El intermedio
En los pocos momentos de debilidad que concedió el malvadísimo Pemán, la gente aprovechó para el avituallamiento. Y es que las casi 13.000 almas (según la organización, cifra más que sensiblemente superior a la que pudo observar Por la Patilla) guardaban fuerzas para la gran traca final.

En el ínterin, unos clásicos del Derrame Rock: los asturianos Dixebra, ofreciendo una señora lección de cómo se anima al personal, folk-rock asturianu y un regalo muy especial para el público de Ourense, una versión del Gaiteiru de Os Diplomáticos. Además, un espacio para el reggae bailongo de Morodo (el de la foto de arriba), dub y soud system por un tubo, la fórmula mestiza de Ojos de Brujo, la que abrió un filón para tantas y tantas bandas y que sin embargo, ahora parece demasiado light. También actuó Trastucada, que más que músicos parecían unos acróbatas del escenario: ska, buenrollismo y mucha zapatilla.

Mención especial para Dios Ke Te Crew, los raperos de Ordes que demostraron que lo suyo es mucho más que simples bases y un par de rimas ocurrentes. Espectacular despedida de su concierto con Herdeiros dunha ditadura mano a mano con Machina.

Siniestro Total: los primeros fuegos artificiales
Al verlos así de bien vestidos sobre el escenario, a uno le da la impresión de que esa entrañable pandilla de sinvergüenzas de toda la vida se ha vuelto a reunir para volver a las andadas.

Julián Hernández y los suyos derrocharon buen hacer, y con un extenso repaso a su discografía brindaron un concierto que, si bien no estuvo al nivel que ellos pueden ofrecer, conectó con un público que coreó todos sus temas. Algunos en su versión primigenia (Vámonos al Kwai, Ay Dolores, Miña Terra Galega, Diga qué le debo…) y otros con la particular revisión que dan los años (El hombre Medicina, Yo dije Yeah, Ayatollah…). Con esta alineación, y sabiendo lo que vendría después, Siniestro Total se dio un paseo por el Derrame Rock. Y qué bien que lo pasamos.

Soziedad Alkohólica: rotura de ligamentos
Reconozco que hace meses, cuando me enteré del cartel del Derrame Rock, me emocioné al saber que S.A. vendrían a tocar a Ourense. La puesta en escena no podría ser más prometedora: se mascaba que aquello iba a ser una descarga de decibelios a gogó. Sin embargo, igual que cuando te dispones a hacer la carrera más gloriosa de tu vida y al tercer paso, pinchas, para mí fueron la gran decepción de la noche. Quizá sea porque sonaron demasiado saturados, porque (a los que escuchábamos sus primeros discos) nos pilló un poco a contrapié el nuevo sonido de la banda, o simplemente porque la decepción suele ser inversamente proporcional a las expectativas que te creas. Los grandes clásicos los dejaron para el final de su concierto, pero ni así pude congraciarme con ellos. Supongo que los fieles de la banda me crucificarán por ello pero… ni siquiera el ambiente fue el de las grandes citas.

Nosotros aprovechamos para coger fuerzas: se avecinaba la gran batalla.

LOS SUAVES: preparados para el rock and roll
No es porque sean de Ourense, no. Ni porque desde el jueves el uniforme oficial del Derrame fuesen las camisetas negras con el gato.  Tampoco. Alberto Cereijo y Fernando Calvo son considerados dos de los mejores guitarristas del estado, y sus solos de guitarra (mención especial para la versión del Highway Star) fueron de post-grado del rock. Nada… La intensidad no decayó (contrariamente a lo que algunos comentaban con bastante mala baba, por cierto, y disparando contra el cantante) desde el Preparados para el rock and roll con el que abrieron el concierto, y la presencia de la banda sobre el escenario fue de auténtica entrega. Pero también ahí nos equivocamos al buscar la clave.

¿Pudo ser, entonces, que Yosi se disfrazara de Mesías del rock (luciendo una larga barba blanca), o sus continuas declaraciones de amor hacia el público, hacia los suyos, hacia todo lo referente a Ourense, su desbordante buen humor…?  ¿O serían las canciones (Peligrosa María, Malas Noticias, Adiós adiós, El afilador,  Dolores se llamaba Lola….)? Todo es posible. Quizá fuese, simplemente, porque eran Los Suaves… Para muchos (entre los que me incluyo), el mejor concierto del Derrame Rock.

Despedida y cierre
Después del concierto de Los Suaves la cosa seguía, pero ya parecían batallas menores. Allí sólo quedó el gato… Y a una semana vista, ya podemos hacer balance aunque sea a modo de telegrama:

La organización: se nota que hay callo… Salvando las distancias (abismales) con un festival organizado en la naturaleza, la edición de 2011 del Derrame ha presentado un cartel completo, de calidad y con muchos guiños. Los horarios se cumplieron a rajatabla y permitían ir viendo a todos los grupos. El sonido, groso modo, era bueno (quizá se apreciase mejor fuera, aunque para mí los tres mejores conciertos fueron dentro).

(A pesar del sol -fuera bromas con el malvado Pemán-, que era una variable que no se podía controlar,) se estaba a gusto: las zonas comunes eran espaciosas y había servicio. Los baños eran suficientes, bien pensados (vamos, que ibas al baño, aliviabas la vejiga y te volvías, sin andar haciendo interminables colas). El servicio de bar (al margen de los precios, que considero un poco elevados aunque no tanto si los comparamos con los del FIB, por poner un ejemplo) era rápido y los camareros (todos sin excepción) merecen un premio, por majos.

El Sindicato de Policía temía una hecatombe, y sin embargo (que se sepa) no se vivió ni un solo incidente.  (A veces deberían preocuparse por otras cosas en vez de dejar llevarse por tanto prejuicio, sostengo.) Ambiente de camaradería de lujo y trato cercano de los responsables de seguridad del recinto.

Por poner algún lunar: la gente que dormía en el cámping no las tenía todas consigo. Yo dormía en casa…

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